La tierra prometida

jueves, 8 de diciembre de 2011

No olvides la fuente de nuestro poder

Rev. José Arturo Soto

“Esta es Palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”, Zacarías 4:6
En los días en que Dios levantó al profeta Zacarías, el pueblo de Israel se hallaba divagando, y había adoptado una posición de ambigüedad y de ambivalencia en el ámbito espiritual. Por consiguiente, el mensaje de este profeta estribaba en un llamado a renovar y a profundizar la relación del pueblo con Dios, y la exigencia de responder de forma definitiva y radical a sus demandas.

Primero, la orden divina de reconstruir el templo adquiere una dimensión simbólica desde varias perspectivas. Esta es la necesidad de reconstruir la vida espiritual derribada y abandonada. En efecto, ¿cómo iban a haber vida espiritual, sacrificios y adoración sin altar? ¿Cómo iba a haber un sacerdocio sin lugar santo? ¿Cómo iba a saciar el pueblo sus necesidades espirituales, físicas, emocionales y materiales sin tener un lugar en concreto donde acercarse a Dios? Segundo, la reconstrucción del templo representa la sed y el hambre del pueblo por Dios, y su esfuerzo por alcanzar las vidas que no conocen a Dios y traerlas a este lugar.

El pueblo de Dios había olvidado el origen de su poder, y también la razón por la cual Dios los había libertado del cautiverio. Esta enseñanza nos invita, a conocer el origen de nuestra fuerza y de nuestra victoria; y de otra parte, a identificar el carácter de nuestros conflictos.

1. DEL ORIGEN DEL PODER Y DE LA VICTORIA

“Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño”, Zacarías 4:1. El ángel tuvo que despertar al profeta. Es necesario que Dios venga a despertarnos del peligroso estado de letargo, para recordarnos cuál es la fuente de nuestro poder.

En efecto, cuando la Iglesia se duerme a esta realidad, desconoce tanto su origen como el objetivo de su presencia en este mundo. Y por ende, el pueblo de Dios se aparta de la visión divina, y se hunde en la indiferencia y en la inercia; así le abre la puerta a Satanás para que sustituya la primera fuente por otra engañosa.Por lo tanto, la Iglesia sustituye el poder de Dios por artificios y espectáculos atractivos para el mundo y la juventud, con luces de colores, fuegos artificiales, láseres, humo, etc., que convierten el altar del Señor en un escenario pagano.

La fuente del poder en la Iglesia todavía sigue siendo la presencia del Espíritu Santo, porque si éste deja de moverse en la Iglesia, el servicio al Señor se torna en un acto mecánico y sin sentido. Debemos saber que el Espíritu de Dios siempre levanta en el pueblo el deseo de buscar el rostro de Dios por medio de la oración. ¿Sabía que un sondeo mostró que, en la actualidad, los pastores oran un promedio de siete minutos diarios? Ahora bien, si han cambiado el altar de Jehová por otros altares como: la televisión, los juegos de video y las revistas de deportes. ¿Cómo, pues, conocerán la fuente de su poder?

Cuando Jesús anunció a sus discípulos que partía de este mundo, éstos se entristecieron mucho porque físicamente hablando les convenía más que Él estuviera cerca de ellos. Sin embargo, la vida en el espíritu va más allá de los sentidos y de los sentimientos. El Espíritu Santo es una fuente de poder para los hijos de Dios.

En el libro de Apocalipsis se nos describe al Señor en medio del trono, en forma de un cordero inmolado que tiene siete cuernos (símbolo del poder, de la fuerza y de la Omnipotencia divina) y siete ojos (símbolo de su Omnisciencia). El pueblo de Dios no puede pelear las guerras espirituales sin ser investido con esa fuerza sobrenatural. En efecto, nuestra lucha es “contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad…” (Efesios 6:12).

2. IDENTIFICANDO EL ORIGEN DE NUESTROS CONFLICTOS

El sumo sacerdote Josué, estaba experimentado una situación de deterioro, un sentimiento de derrota, una debilidad que no le dejaba iniciar su tarea espiritual (Zacarías 3). Gracias a Dios por aquellos que doblan sus rodillas, que buscan su rostro para que Dios les revele cuáles son las cosas que no están funcionando adecuadamente.

El profeta Zacarías recibió una visión en la cual vio a Josué con vestiduras viles, y a Satanás a su mano derecha acusándolo ante el ángel de Jehová. La batalla de Josué no era física ni terrenal, sino espiritual, y él mismo no había comprendido lo que le estaba sucediendo. Sin embargo, en ese momento de la visión, el ángel de Jehová miró a Satanás y lo reprendió, y mandó que le pusieran vestiduras limpias a Josué(Zacarías 3:1-5). El sumo sacerdote Josué no permaneció más en ese estado de postración e inercia, por cuanto el diablo había sido descubierto y vencido.

Asimismo, la Iglesia debe conocer que el enemigo trabaja en las áreas como la indiferencia y la apatía por buscar a Dios. Cuántas veces le prometemos a Dios que tendremos una conducta diferente, pero no hacemos nada y el diablo nos dice que no hemos cambiado. Pero en esta situación, es menester reprender al maligno en el nombre del Señor.

Recordemos a Job, que sin haber pecado, sufrió un ataque tremendo del enemigo contra su hogar, sus bienes y su salud. Sin embargo, aunque no entendía el porqué de aquellos atropellos, se dirigió a Dios, la fuente de su poder. Cada arremetida del diablo, en vez de alejarlo de Dios, lo acercaba a Él. Por eso mismo, pudo exclamar: “Yo sé que mi Redentor vive…” (Job 19:25-27).

Cuando Daniel estaba rogándole a Dios que interviniera, se le apareció el arcángel Gabriel, portador de un mensaje: “Al principio de tus ruegos fue dada la orden…” (Daniel 9:23). Daniel descubrió que había una lucha en el ámbito espiritual, y venció porque no dejó de orar. No permitamos que el enemigo nos interrumpa el ruego poniendo en nosotros dudas, preocupaciones o desesperación.

Tenemos a nuestro alcance un arma poderosa: el discernimiento de espíritus. Dios nos lo ha dado para que identifiquemos el origen de nuestros conflictos, y que descubramos las artimañas de Satanás. En la cruz del calvario, Cristo exhibió al diablo públicamente, lo descubrió y lo puso bajo la planta de sus pies. La victoria es nuestra también, y el diablo está bajo nuestros pies. Amén.

La fuente del poder en la Iglesia todavía sigue siendo la presencia del Espíritu Santo, porque si éste deja de moverse en la Iglesia, el servicio al Señor se torna en un acto mecánico y sin sentido. Debemos saber que el Espíritu de Dios siempre levanta en el pueblo el deseo de buscar el rostro de Dios por medio de la oración.

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