La tierra prometida

lunes, 21 de noviembre de 2011

Antes que el día decline


La misión de la Iglesia son las misiones. Su tarea suprema es la evangelización.
Únicamente para esto ha sido dejada en el mundo. Evangelizar al mundo, empero, no significa convertir al mundo, pues esto no se logrará en esta dispensación. No se nos ha ordenado a traer el mundo a Cristo, sino más bien a traer a Cristo al mundo. Puesto que esta es nuestra encomienda, jamás deberíamos desviarnos hacia menores metas y proyectos secundarios. Permitamos que la Iglesia utilice todos sus hombres y sus miedos en la tarea para la cual ha sido comisionada, esto es, “que el arrepentimiento y el perdón de pecados sea predicado en su nombre en todas las naciones”.
 
Jesús dijo: “Me seréis testigos” (Hechos 1:8). Esa es la responsabilidad de cada creyente. ¡Cada creyente es un testigo! Cada cristiano tiene la responsabilidad de hacer trabajo evangelístico y esa responsabilidad no tiene límites. Todo cristiano debe estar siempre listo para dar su testimonio en cualquier tiempo y encualquier lugar. Cada cristiano tiene la responsabilidad de hacer llegar el evangelio a todo el mundo. Quien no pueda ir personalmente, tiene que enviar a otro en su lugar. Y es aquí donde el creyente ha fallado: que al no ir, tampoco ha enviado a otro en su lugar, y por eso, más de mitad de la población del mundo, jamás ha oído del Evangelio.
 
Es evidente que estamos en el final del tiempo señalado a la Iglesia por el Señor para el cumplimiento de su tarea, y el trabajo que debió haber sido hecho a través de los siglos, ahora hay que acelerarlo antes que el día decline del todo.
 
Este espíritu de urgencia es el que nos anima a ir por todo el vasto mundo llevando el mensaje de salvación, y es el que nos mueve a llamar al corazón del pueblo de Dios, para que todos nos percatemos de las sombras de la noche que ya se avecinan, y aprovecharemos el breve tiempo que nos resta para realizar la más grandiosa labor de la historia en el más corto tiempo posible. “La noche viene, cuando nadie puede trabajar”(Juan 9:4).
 
Si su corazón late con más intensidad al pensar en los centenares de millones de vidas en el mundo que aun no han conocido camino de paz, que sus veredas son torcidas, que han esperado luz y no tienen luz, quepalpan la pared como ciegos, que tropiezan al mediodía como de noche, que gimen lastimeramente como palomas, que han esperado salvación y aun está lejos (tan lejos como esté usted); y si el Espíritu Santo le impele a usar el máximo de sus recursos en un esfuerzo misionero que llegue directamente a la vanguardia del campo misionero, entonces yo le exhorto a cooperar con estos modestos esfuerzos del Movimiento Misionero Mundial, y participe en este avance final para ganar almas para Cristo antes que el día decline.

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